mayo 02, 2015



Qué gusto probar la sangre fresca servida en una copa de plástico, como si no afectara el medio en el cual llegara. 
El sabor dulce al principio, amargo al final, que me deja con ganas de más. Obnubilándome, como si no supiera en donde estoy, o como si eso no importara. 
Y las luces rojas no detienen mi paso, mi boca explota, la cara me hierve, el estómago se mueve. Es la sangre fresca y amarga, el efecto del vino recién cosechado. 
Son las ganas, y el valor de enfrentarme a la bestia, sabiendo que puedo terminar destrozada. Pero el baile nadie me lo saca. 


Parecería que los miedos que me atormentaban se espantaran con un relámpago que causó un temblor en todo mi cuerpo.
Su sonrisa embobada me demostraba que también había temblado.
Mis manos confundidas intentaban revindicarse por su pensamiento. 
La sonrisa resultó ser una lágrima enmascarada, nadie me dijo que iba a llover, me hubiera traido un paraguas.
Pero era obvio, el cielo no se nublaba más porque no lo dejaban. 
Sin embargo la cara ya la tenía mojada,

la conexión entre la pasión y el miedo a salir lastimada. 

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Mi lugar en el mundo

Mi foto
Buenos Aires, Argentina

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