Se ve que por más que me lo repita, no se me graba en la cabeza que la vida es sólo un  juego.  Pero ¿Cómo explicármelo cuando siento que no puedo contener más las lágrimas y voy a convertirme en un tsunami?
Es ahí cuando tengo ganas de insultarme unas cien mil veces hasta satisfacer mi casi insaciable desprecio hacia mi debilidad.
 Que decepción verme llorando por cosas tan miserables.
Que decepción arrepentirme después de secarme la última gota de indignidad.

Hay un momento en el que todo llega a un punto que no queda otra opción que aceptar la situación, de aceptar todo lo que pasó, de aceptar lo que pasa y lo que va a pasar.

Un momento en el que las lágrimas caen cada vez con menos constancia, pero que las aceptamos y seguimos caminando cuando pasa el terremoto.

Es así, la vida. Cuando uno ama con el corazón está, aunque no quiera, está, de una u otra manera. Pero hay momentos que conviene tomarse un respiro para poder estar mejor. 

Hoy si me preguntás qué va a pasar no podría responderte, pero puedo asegurarte que estoy totalmente tranquila y segura de lo que sea que suceda.

Hay un momento en el que las idas y las vueltas explotan, cansan, terminan, se apaga el motor.
Hay a un punto límite.

But my life was just about to change

Dan miedo algunos cambios, da miedo perder.

Superar un amor puede ser bastante difícil, si no no estaría escribiendo acá después de haber pasado días llorando, notablemente.

Lo que observé del amor es que puede llegar a ser asquerosamente ciego y estúpido. Te otorga una especie de don para borrar los defectos de la persona que querés y enfocarte sólo en sus virtudes, exagerándolas un poco, teniéndolas allá arriba. Teniéndolo como lo más importante. Él. El amor de tu vida que en realidad no es.

Tengo como dos lados de mí que se pelean constantemente porque una está terriblemente hechizada, mientras que la otra, puede ver la situación friamente y se da cuenta de que el lado hechizado, está haciendo desastres en mí, y que me hace perder el tiempo.

Estoy perdiendo el tiempo. Tan simple como eso. Con cada noche tirada en la cama, tapada, llorando, estoy perdiendo tiempo en el que podría estar haciendo cosas que me hacen bien.

Cuando una parte de vos te esté diciendo esto, hacele caso.

Está perfecto llorar y descargar todo el dolor, pero hay llantos que no valen la pena.

Dejarse llevar por el amor está bien, excusarse con ser menor de edad y tener ideas estúpidas, también. Por un tiempo.
A veces hay que decirles Chau a esos amores que no crecen, que no son para mejor, que te hacen mal. A veces hay que ponerse fuerte, en adulto. Hay que pensar en uno mismo. Hay que sacarse la venda de los ojos y ver lo que realmente está pasando, lo que realmente te hace sentir. 
Hay que conectarse con el corazón y con la realidad. 
El camino es largo, sí. El camino está lleno de tropezones, pero cuando uno ya se encuentra con moretones por todo el cuerpo es hora de levantarse, de ponerse las zapatillas más cómodas, de saber que se viene una tormenta, y llevar un paraguas, y preparar una cuevita para refugiarse, tomar más fuerza y seguir.

A veces es mejor decirles Chau, porque si no nunca vamos a poder decir Hola.

A las niñas les enseñan muchas cosas: Si un niño te pega, le gustás; nunca trates de emparejarte los flecos, y un día conocerás a un hombre maravilloso y tendrás tu final feliz.

Cada película que vemos y cada historia que nos cuentan nos implora que lo esperemos. El giro del tercer acto, la declaración inesperada de amor, la excepción a la regla.

A veces nos concentramos tanto en el final feliz que no aprendemos a interpretar las señales, a diferenciar entre los que nos quieren y los que no, entre los que se van a quedar y los que se van a ir.

Y quizá el final feliz no incluye a un tipo maravilloso. Quizá el final feliz sos vos. Vos sola, recogiendo los pedazos y volviendo a empezar. Liberándote para encontrar algo mejor en el futuro.

Quizá el final feliz sólo consiste en seguir.

O quizá el final feliz es este: Saber que a pesar de todas las llamadas y corazones rotos, a pesar de todos los errores y las señales malinterpretadas, a pesar de todo el dolor y la vergüenza, vos nunca, nunca perdiste la esperanza.