En este mundo hay variedad de gustos, fragancias, colores, sabores, sonidos, y nunca se terminan de conocer a todos. El problema es cuando uno cree que esa fragancia es la única, ese sabor es inigualable, que ese sonido es lo que querés escuchar siempre, por siempre. Pero no, no es así. Y lamento cortarle el mambo a los poetas nostálgicos que basan sus escritos en una persona que no va a volver nunca y a la que basan su vida extrañándola. Pero no, no es así.
El sabor a chicle de menta puede desvanecerse cuando llega la acidez del limón dulce, la fragancia espesa y viril puede desaparecer cuando llega una refrescante y limpia, el sonido con un acento porteño tan marcado y tan aniñado a veces puede ser hundida por una voz menos cantada y más grave.
El problema está en uno mismo, en despegarse de lo conocido, el animarse a probar cosas diferentes, el dejar de recordarlo como lo único que te gustaría conocer y empezar a apreciar de otras maneras los mismos sentidos.
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