Hoy me levanto y puedo desayunar tranquilamente sin anclarle ningún motivo sentimental al té con leche.
Bueno, está bien, puede que al viajar en el 126 me persigan sensaciones y olor a profilácticos con perfume, galletitas y sabor a Beldent de menta creados por mi mente. Pero cada vez es menos, cada día se arranca una página que ya no me sirve en nada. Y es inexplicable lo bien que se siente.
Qué lindo es superar. Tiempo al tiempo, dicen.
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