febrero 25, 2014

El poder de los chicos malos


¿Por qué no podía ser yo la que se agachara para hacerme la sensual? 
Sus movimientos de madera me mataba de ganas. 
Los ojos achinados, fuertes, marcados. Las cejas masculinas, gruesas, llenas de autoridad. Los labios medianos que moría por deleitar, esa sonrisa cerrada que hacía que los ojos se le achinaran más.
Todo tomado, soñado, de negro, marcando ese diminuto cuerpo. Su pelo azabache remarcaba su piel amarillenta, esa luna llena en el pómulo que quería tocar. 
El humo que salía de su boca, me nublaba, me embobaba, me costaba respirar. El querer sentir ese aliento en mi ser, olvidando mis principios, mis gustos. Solo verlo saborear el chupetín y el cigarrillo me hacía volar. 
Como toca la viola, como se muerde la boca.
Y es un mujeriego, un antipático, pero lleno de encanto.
Es el poder de los chicos malos que nos debilita cada vez más.








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