La vida te saca lo que ya no sirve. Es un constante movimiento: Tomá, usalo,
se queda, se va,
te lo saco, te lo devuelvo. Y me gusta. El problema es cuando te hace el gran Oso. El amago, el rozarlo con la punta de los dedos mientras te imaginás vestida de blanco y un ramo de rosas
rosas. Pero no, justo en ese instante que pisás la alfombra roja hacia el altar te lo saca la muy vueltera.
Y tu hombre de traje y moño se convierte un shinobi escurridizo y sexy, que baila frente a tu narizes con todas, hablándole al oído a todas, menos con vos,
menos a vos.
Y ahí estás, cortándote la pollera, rompiéndote las medias y corriéndote el maquillaje.
Tal vez debería haber llevado el disfraz de novia abandonada y era más fácil.
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